miércoles, 30 de noviembre de 2011

Simbolos

Un nombre. Nada más que un nombre. Tu nombre. Aquel que abrazaba a mi almohada cada noche, aquel que tejía los sueños de un amor a destiempo, contrariado e impune como el viento que te despeina en una tarde de invierno. Los ecos del pasado aún te nombran, los tortuosos gritos no han muerto. Ya nadie te espera a la vera del camino con una flor en la mano, para invitarte a volar por un rato, al menos. He pasado
de todo eso, incluso de tu recuerdo.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Heteronimias




Si tan sólo fuera posible morir de a ratos
renacer cada mañana envuelta en otro cuerpo
bajo otro nombre muy distinto del mío,
si tan sólo fuera otrora mi alma y este ser
conflictivo que me aprisiona fuera más simple
menos serio y responsable,
más enamoradizo del mundo
más adicto a las simpatías
cotidianas  y superfluas...
Si esta rebeldía que me habita fuera menos atropellada,
menos egoísta y eclíptica.
Si tan solo pudiera huir de mí, volar a otras jaulas,
espiar los postigos de otras cárceles ajenas a la mía.
Si esta soledad que me adosan fuera menos obediente
 y se marchara de pronto  sin pedirme permiso
sin sentir nostalgia , sin mirar atrás,
mis espaldas tendrían alas azules o blancas...
Quizás tan sólo por un rato,
eternizar ese instante,
ese segundo y luego volver a mí,
a lo que fuí
 siempre e ineludiblemente
seré.

martes, 1 de noviembre de 2011

Las uvas de la ira, de John Steinbeck


Este es un libro que me gusta mucho, porque es un texto muy humano. Demás está decir que es considerada la mejor obra del premio nobel, John Steinbeck.Compré este ejemplar hace unos años en una vieja librería de Morón, detrás de la estación, que huele a humedad y a libros usados  y donde la colección de premios nobel, de un diario muy importante de Buenos Aires, se remataba por poco dinero. Ahí rescaté esta maravilla . En el dorso del libro venía la recomendación de nada más, ni nada menos que Ernesto Sábato. Decía así:

"John Steinbeck fue un gran escritor polémico y perseguido porque tuvo la osadía de oponerse brutalmente a la gente rica y con poder de su país. Su defensa de las personas sojuzgadas lo convirtió en un escritor proscrito, y sus libros fueron quemados en las hoguera públicas. Sin embargo, el tiempo le concedió su lugar entre los grandes escritores"

Cuando leí esto me dije a mi misma: "Este es un escritor digno de leer" y entonces me lo traje junto con otros más de la misma colección que elegí al azar. Ninguno me falló.
Fue un libro muy cuestionado, ya que fue rechazado por tener un lenguaje grosero y con temática de izquierda. Cuántas pavadas se dicen cuando alguien tiene la valentía de alzar una voz en contra del sistema, me pregunto!. Una de las mejores definiciones del capitalismo salvaje la encontré en los diálogos y pensamientos de los arrendatarios de tierras de la novela.

"Es curioso. Si un hombre tiene una pequeña propiedad, esa propiedad se transforma en él, en una parte de él y es como él. Si es dueño de una propiedad, aunque sólo sea para poder andar en ella, trabajarla, apenarse cuando no marcha bien y estar contento cuando la lluvia caiga sobre ella, esa propiedad es él y, de alguna manera, él es más grande porque la posee. Incluso si las cosas no le van bien él tiene la grandeza que le da su propiedad. Es así.
Y siguió cavilando:
- Pero cuando un hombre tiene una propiedad que no ve, que no puede tocar con los dedos porque le falta tiempo, ni pisar porque no está allí, entonces la propiedad es el hombre. Él no puede ni hacer, ni pensar lo que desea. La propiedad se apodera del hombre por ser más fuerte que él. Y él ya no es grande, sino pequeño. Tan sólo sus propiedades son grandes y él se convierte en el servidor de su propiedad. Esto es lo cierto, también."

"Las uvas de la ira", es sin dudas una gran novela, muy bien construida, llena de enseñanzas donde se pone a fuerza la integridad de los personajes ante una sociedad corrompida por la miseria y el dolor. Steinbeck narra la historia de un sueño, un sueño compartido por muchos campesinos norteamericanos que sufrieron la devastadora bofetada de la Gran Depresión que padeció el país a comienzos de los años treinta. Además de la crisis económica, una serie de catástrofes, como el desafortunado periodo de sequías que afectaron al medio oeste de los Estados Unidos y los malos resultados de las cosechas posteriores, obligaron a los campesinos a hipotecar las tierras que habían heredado de sus antepasados. Al no poder afrontar los pagos de las hipotecas, toda esta gente, pierde sus casas en mano de los bancos. Lamentablemente, en esta situación, los más perjudicados fueron los más humildes. Así comienza el éxodo de miles de campesinos y sus familias hacia California, así, como almas en pena, invaden las carreteras formando largas caravanas, ilusionados por un sueño que se tornará pesadilla. Con unos pocos dólares en los bolsillos intentarán peregrinar  hacia la tierra prometida.

En definitiva, es una recomendación obligada, no sólo porque está maravillosamente narrada, por la fuerza e intensidad de los personajes o por su carácter histórico, sino también porque es una novela que vive eternamente, y hoy, en esta nefasta época económica en que vivimos, se puede defender con más razón la vigencia de su historia. Pero, lo verdaderamente importante de ésta, es que, una vez leída, nos hace reflexionar seriamente sobre la profundidad de un sistema económico cada vez más excluyente donde mil millones de hombres, mujeres y niños según el informe de este año de la Federación Internacional de la Cruz Roja (FICR) se acuestan con hambre todas las noches. Hielan la sangre, pensar en las cifras, pero es así. Son fríos números que duelen sabiendo que el mundo está preparado para producir siete mil millones de alimentos.
Cuando leí esta novela pasé por muchas sensaciones, impotencia, tristeza, esperanza pero les aseguro que nadie que la lea puede dejar de conmoverse por los integrantes de la familia Joad, que aún en las adversidades rescatan los valores de la unidad, de la solidaridad como único medio para sobrevivir.